Uno que no fuera demasiado grande, que tuviera un estilo “boutique”, pero sin renunciar por ello a una amplia oferta de clases.
Uno en el que me sintiera parte de su comunidad, pero también en el que encontrara mi propio espacio. Que estuviera cerca de casa, o que por lo menos tuviera un acceso fácil. Uno en el que hiciera deporte, no porque toca, sino porque de verdad disfruto de este momento. Mi momento.
Uno que hiciera que saliera con la energía por las nubes, contagiado por el buen rollo que se respira.
Y después de tanto tiempo imaginándonos este lugar, un día, quisimos dejar de tener que imaginarlo. Bienvenidos a Mambo.